miércoles, 13 de mayo de 2015

Animación de introducción


Quiero mostraros aquí la animación con la que se abre el documental "Ulises ya no vive aquí", obra de la dibujante Marta Muñoz.
Lleva un texto, leído en off por Wilkin Tejada, dominicano, locutor y uno de los protagonistas del film. Creo que este discurso introductorio es una declaración de intenciones, dando el tono y la intención del resto de la película.
Aquí os lo dejo también.
Espero que os guste.


Naturalmente, uno piensa en sus raíces como algo que crece en la tierra que conoce.
Que crece y se extiende en esa tierra y que esos sustratos alimentarán un árbol que se formará, alto y fuerte, y que junto a él crecerán otros árboles, cuyas raíces se hundirán también en ese mismo suelo. Su tierra.

Naturalmente.
Pero sucede que el hombre no es un árbol, y que las raíces que unen sus pies con  la tierra no son físicas, sino sentimentales.
Así sucede que el hombre tiene unas raíces mentalmente arraigadas a su tierra, pero que sus pies son libres, pueden moverse con libertad, no están sujetos a tierra alguna.
Naturalmente.
Y sucede que, a veces, los pies del hombre se mueven y cambian de lugar.
Se mueven porque huyen.
Se mueven porque buscan.
Se mueven. Dejan su tierra y a los suyos y se van lejos.
Se van porque el salario los asfixia.
Se van porque el hambre los persigue.
Se van porque el horizonte no es un límite.
Se van porque las fronteras no son cárceles.
Y es que el hombre se ha movido desde el principio de los tiempos.
Se ha movido solo o en grupos. En paz o para la guerra. Buscando pan o llevando la Biblia.
 Si somos nosotros los que vamos a casa ajena, lo llamamos “colonización”.
Si el que viene tiene dinero, lo llamamos “turista”, si no lo tiene, lo llamamos “ilegal”.
Pero el hombre se ha movido desde siempre.
Ha dejado su casa, su familia y su pueblo y se ha ido a otra parte.
De un lado a otro.
De un país a otro.
De un continente a otro.
En todas direcciones.
El hombre, recorriendo la Tierra eternamente, llevando y trayendo siempre, de un lado para otro, como colonos, guerreros, misioneros, exiliados, hambrientos, prófugos o aventureros.
El hombre en movimiento ha hecho de la humanidad lo que ahora es, y seguirá haciendo de los hombres y del Mundo un mestizaje en constante movimiento.


viernes, 17 de abril de 2015

Ulises ya no vive aquí (Crónica de un rodaje). Última parada: Madrid



  En nuestro último destino no viajamos muy lejos, en realidad no viajamos nada, nos quedamos en Madrid. Rodar en Madrid tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Las mayores ventajas son la cercanía y el conocimiento del entorno, además de que puedes disponer de un equipo técnico más numeroso. Tiene el inconveniente de que no te permitirte conocer lugares nuevos... ¿o sí?
            Es curioso como a veces pensamos que conocemos nuestra ciudad, aquel lugar que hemos pateamos a diario durante tantos años, y resulta que la mayor parte de la gente se circunscribe  a unas cuantas calles familiares y unos pocos lugares cotidianos. Lo que los sicólogos llaman tan acertadamente “la burbuja de confort”, un espacio acotado que nos proporciona seguridad y que, extrapolado a la ciudad es el entorno reconocible. Pero si uno aporta una mirada crítica y un talante digamos “turístico” descubrirá que en su ciudad hay muchas más ciudades de las que él conoce. Por suerte mi trabajo me ha llevado a moverme bastante por todos los barrios de Madrid y he tenido la ocasión de encontrarme con muchos madriles, todos vivos y en constante  mutación: un Madrid Chino, un Madrid Dominicano, un Madrid Árabe, un Madrid humilde, un Madrid desastroso, un Madrid exclusivo, el vanguardista y el autogestionado… todo cabe en la misma ciudad.
            Pero eso es material para otro documental. En este, dadas las características y el formato, esta faceta no entraba directamente.


En este viaje aquí mismo queríamos hablar de Wilkin, uno de nuestros viejos amigos. Emigrante dominicano que conocimos en los años en los que realizábamos el estudio sobre migración, entre 2005 y 2007: locutor, promotor musical y mil cosas más y que lleva en España la friolera de casi veinte años.
            Luchando contra la crisis, Wilkin había desarrollado unos cuantos trabajos, incluido el de empresario al mando de un local de copas, dejando momentáneamente su gran pasión: la radio. Sin embargo, al comienzo de esta producción pudo volver a desarrollar un proyecto propio en una emisora para la que ya había trabajado, Onda Corazón Tropical, con un programa diario de dos horas de duración, La Combinación Perfecta.
Resulta curioso que, cuando este proyecto documental comenzó a alumbrarse, en aquel estudio del que he hablado, una de las claves era desarrollar la narración alrededor de una emisora de radio, una emisora a la que habíamos llamado Radio Tropical FM sin conocer a esta otra y sin conocer aún a Wilkin. Así que ahora, cuando el proyecto se ha concretando en una película, no deja de ser una coincidencia, extraña y afortunada, que hayamos rodado en los estudios de esta radio real, Onda Corazón Tropical.
            Grabamos a Wilkin en su trabajo de locutor en la radio y también en la calle de los barrios que habita: Tetuán, Vallecas, Ciudad Lineal, castizos y multiculturales. Onda Corazón Tropical es una de las radios latinas más activas de Madrid, ciudad donde conviven una veintena de emisoras destinadas a este público objetivo, y que encuentra en ellas la música que en otras emisoras se consideraría exótica. Además, los oyentes mantienen contacto entre sí y con una red de ocio y comercio específicamente pensado para ellos, una audiencia enorme pese al gran retorno de inmigrantes latinos de los últimos años por culpa de la crisis.
            El programa de Wilkin, que tres días por semana comparte con el músico y locutor dominicano José Ortega, tiene los ingredientes más demandados: selección de música latina e información de ocio local, que completan con buen humor y charlas con los oyentes.
            El proyecto de este cortometraje documental de 30 minutos está terminado, este es el último capítulo del cuaderno de rodaje. El cortometraje está acabado, depositada copia oficial en la Filmoteca Española y comienza ya su andadura en festivales y demás circuitos al uso. Pero el proyecto no está finalizado.
            Ahora toca realizar un documental más extendido añadiendo todo el material que no ha entrado en este. Se trata de dar voz a otros migrantes y, sobre todo, retratar movimientos como la Marea Granate, ese amplio y heterogéneo grupo, desperdigado por todo el planeta, compuesto por emigrantes españoles, jóvenes en su mayoría y muy críticos con la situación político-social que les ha obligado a marcharse de España.


            Un proyecto documental que continuara lo que en este se ha empezado y para el que ya estamos trabajando, en principio buscando fuentes de financiación, entre otras fórmulas a través de una plataforma de crowdfunding de la que ya os tendré al tanto.
            Muchas gracias a Verónica García, de Carabanchel a Trujillo, en Perú.
            Muchas gracias de Heber Ocaña y familia, de Huarmey en Perú y que pasó 7 años en Madrid.
            Muchas gracias a Adriano Grueso y familia, caleño con hijos madrileños y ahora afincados en Vasteras, Suecia.
            Y a nuestro locutor, Wilkn Tejada, de Santo Domingo, que has aguantado el chaparrón y sigue en Madrid.

Este documental está dedicado a ellos y a todos los ulises que siguen moviéndose de un lado a otro del mundo, mezclando culturas.

lunes, 2 de marzo de 2015

Ulises ya no vive aquí. (Crónica de un viaje).- Quinta parada, Västerås (Suecia)






            Nuestro siguiente rodaje se desarrolla en Suecia, en la ciudad de Västerås, donde reside Adriano Grueso con su familia. Así que volamos hasta Estocolmo, vía Muchic, coincidiendo con la primera nevada del año.
            Nuestra llegada al país no pudo ser más triunfal. Aterrizamos ya anochecido, lo cual no es difícil en una época en la que apenas disfrutan 6 horas de luz al día. Alquilamos un coche en el aeropuerto con intención de llegar a nuestro destino con tiempo suficiente para la primera grabación: una reunión del club de ajedrez donde cada jueves acuden Adriano y su hijo Santiago (dos veces campeón infantil de Suecia). El vehículo era la megaestrella de la empresa, un Toyota Prius híbrido y superautomático. Sacarlo del garaje requirió un esfuerzo inaudito de comprensión mecánica e idiomática que me sumió a mí, como conductor, en una depresión por incompetencia rayana en la auto-inmolación. A trancas y barrancas, con tirones y extraños ruidos de freno y motor, conseguí sacarlo y enfilarlo finalmente por la autopista, con la recalcitrante mirada condescendiente del empleado de la agencia clavada en mi cogote y, aunque nada había entendido de sus comentarios en sueco, seguro estaba que eran recuerdos a mi madre y referencias a mi inutilidad congénita como conductor del sur de Europa.
            Un kilómetro escaso después el coche quedo clavado en la cuneta a la espera de que ese mismo empleado acudiese a rescatarnos y ¡oh, sorpresa! pese a sus dudas el problema era el coche y no la inoperancia del conductor “¡por primera vez en 16 años había fallado un coche en su agencia!”. A pesar de estar tan lejos de nuestro destino, tirados de noche en una autopista nevada y con un montón de gente esperando a que llegásemos para la grabación, sentí un enorme alivio al quitarme de encima la carga de inútil.
             Viajar a Suecia recién llegados de Perú no es solamente cambiar de país, ni siquiera de continente, que físicamente es lo que hicimos, si no casi cambiar de galaxia, en algún momento del vuelo entramos en un pliegue del espacio-tiempo y llegamos a una realidad diferente.
            Encontramos un país muy organizado, respetuoso con el medio ambiente, donde las construcciones se integran con el paisaje y no al revés, un sitio donde prevalece la libertad individual, donde el estado protege al ciudadano y lo incentiva para desarrollarse, donde los niños tienen una educación de muchísima calidad y gratuita, donde las ayudas sociales son amplias y suficientes... ¡Igualito que es España, por ejemplo! Un país donde, por otra parte, la gente no grita en los bares, donde los conductores nunca tocan el claxon ¡nunca!, donde no te juegas la vida cruzando los pasos de peatones...
            Por otro lado, la frialdad de sus ciudadanos está en consonancia con la climatológica y ha propiciado esa fama que en España se resume en la frase “hacerse el sueco” y que favorece una convivencia respetuosa pero rígida.


            Gracias a lo primero e intentando sortear lo segundo la familia de Adriano se ha instalado aquí y nos ha propiciado la visita. Y esto resulta curioso, ya que en la primera escritura del guión lo situaba en Cali, su pueblo natal.
            Pero, ¿qué hacía nuestro colombiano tan lejos de cualquiera de sus hogares? Liliana, su mujer, y él son nacidos en Cali y sus dos hijos en España, así que qué hacen ahora residiendo en uno de los sitios más gélidos del planea, prácticamente vecinos de Papá Noel.
            Cuando pensé en Adriano como uno de los protagonistas de esta película lo busque primero en Madrid, ya que cuando le conocí en el año 2005 es allí donde residía y prosperaba. Yo ya sospechaba que había tenido problemas derivados de la crisis, así que no me sorprendió no encontrarle y le busque en su Colombia natal. Pero la búsqueda resultó infructuosa. Inés Guerrero, productora de los castings previos del film en 2006 y que ha vuelto a su Cali natal, no consiguió noticias de Adriano por esas tierras, así que intensifiqué la búsqueda vía Google (¿qué hacíamos antes de que existiese Internet?) y pude localizar una pequeña una pista a través de un torneo regional de ajedrez en Västerås, Santiago Grueso, el hijo menor de Adriano, había ganado un torneo infantil. ¡Bingo!
            Adriano y su mujer, lúcidos y valientes, quieren las mejores oportunidades para sus hijos y Suecia se las ofrece. Ulises donde los haya, emprendedores en el sentido más completo del término, ni el idioma, ni el clima y ni la fuerte “personalidad” de los suecos se les puso por delante y aquí están, haciendo ya juegos de palabras en tres idiomas, plenamente instalados y disfrutando de las ventajas del país todo lo que les permiten los sacrificios que han de hacer.
            Västerås es una pequeña ciudad de algo más de cien mil habitantes, situada junto a un precioso lago que está la mitad del año congelado, con una urbanización pensada para el ciudadano, integrada en la naturaleza que le rodea y absolutamente plagada de bicicletas. Allí rodamos los siguientes días, profundizando en la realidad sueca a la vez que conocíamos más de cerca la vida y circunstancias de la familia Grueso, lidiando con las bajas temperaturas, los horarios endiablados y la noche agazapada a las 3'30 de la tarde. Aunque todo resultó mucho más fácil, desde luego, gracias al exquisito mimo con el que nos cuidaron los Grueso, que ejercieron de protagonistas, cicerones y hasta service de producción.

            Fernando Fernández, director de fotografía y sonido, Sara Centeno como ayudante y yo mismo, dejamos Suecia con la sensación del descubrimiento y el ánimo de seguir indagando en una realidad hasta ahora desconocida. Quizá algún festival nos traiga de nuevo a estas tierras con nuestro documental bajo el brazo.

jueves, 19 de febrero de 2015

Ulises ya no vive aquí (Crónica de un rodaje). Cuarta parada, de regreso a Lima




Cuando regresamos a Lima desde Trujillo, la ciudad de la eterna primavera como la llaman los peruanos, descubrimos unos de esas paradojas que las guías de viajes podrían calificar propias de un "país de contrastes", aunque quizá refiriéndose a otras cosas.

El caso es que para volver cogimos de nuevo un autobús y sí, en esta ocasión era como nos habían dicho. La compañía era La Cruz del Sur y el terrapuerto (así se llaman allí las estaciones de autobuses) era nuevo a estrenar. Nos recibió en la puerta una terramoza (lo habéis adivinado: azafata de tierra) que nos acompañó en todo momento hasta dejarnos instalados en una cómoda sala VIP. Por supuesto, el equipaje nos lo recepcionó un terramozo (esto es de mi cosecha), así que no tuvimos más que acomodarnos tranquilamente en un magnífico asiento, que se reclinaba 180 grados hasta convertirse en una estupenda cama. Durante el viaje otra terramoza servía aperitivos y comida mientras veíamos películas en el monitor individual. Una auténtica First class sobre ruedas.

No creáis que estoy haciendo publicidad ni que la susodicha compañía es un patrocinador del documental; el "contraste" viene ahora. Llegados  a Lima el bus paró en una estación pequeña, cochambrosa y abarrotada de gente. Repentinamente los terramozos y terramozas desaparecieron como por encanto y tuvimos que pelearnos a brazo partido (literalmente) para poder reconquistar nuestro equipaje en una especie de zafarrancho similar al reparto de víveres de las Naciones Unidas. La siguiente batalla consistió en salir de aquel lugar sin perder el equipaje, ni los nervios, entre la marabunta de gente que intentaba moverse en todas direcciones… ¡País de contrastes!

Por suerte el sol que debió de recibir a Pizarro estaba allí para saludarnos a nuestra llegada y Lima se veía radiante y jubilosa. El coche de producción, puntual, nos llevó a nuestro nuevo alojamiento, esta vez en el barrio de Barranco, donde tuvimos la segunda revelación limeña.

Barranco es un barrio de los que las guías suelen decir "con encanto". Recoleto, colonial, muy bien conservado; el sitio donde prefiere vivir la gente con profesiones liberales, y también los artistas. Queríamos alojarnos allí por recomendación expresa de Verónica y porque así estaríamos mejor situados para los rodajes que pretendíamos hacer.

Habíamos organizado una grabación en la Librería La Libre de Barranco, regentada por dos españoles, Ana Bustinduy y Carlos Lorenzo, emigrante ella, expatriado él. Ambos pertenecen al colectivo Marea Granate, un inmenso grupo de emigrantes españoles repartidos por todo el mundo y reunidos gracias a las redes sociales. Marea Granate de Perú, al que también pertenece Verónica, es un grupo muy activo que reivindica con acciones virtuales y manifestaciones físicas contra las leyes que promueve el gobierno español, de las que ellos discrepan abiertamente. Heredera directa del 15M, se organiza alrededor de la premisa, expresada ya por la propia Verónica en el documental, de que "ellos no se han ido de España, a ellos les ha echado el Gobierno".

Por desgracia, la grabación que hicimos en su librería no forma parte del montaje final del documental, ya que no teníamos ni metraje ni espacio argumental para introducirlo. Tendremos que esperar a una versión extendida para que podáis participar de sus comentarios.

Tampoco ha entrado la conversación con tres jóvenes peruanos retornados que nos contaron sus experiencias en España y las compararon con las de Ana y Carlos, como emigrantes en Perú.

Además, tuvimos también la suerte de  coincidir con algo radicalmente distinto, la popular fiesta del Señor de los Milagros de Nazarenas, donde miles de personas se visten de morado, con hábito incluido ellas y ellos, y recorren en procesión la ciudad, durante horas, escoltados por otros miles de espectadores que abarrotan las calles y las plazas, hasta llegar a la Plaza de Armas, donde les recibe el mismísimo presidente de la nación y las fuerzas vivas de la ciudad. Ajenos a cualquier espiritualidad, fue para nosotros una auténtica inmersión sociocultural que, por supuesto, grabamos para la posteridad.

Unas jornadas intensas e interesantes de rodaje en la ciudad de Lima que, sin embargo, tampoco han entrado en esta versión del documental. La Comunidad de Madrid, una de las entidades que financian el proyecto, pedía una duración máxima de 30 minutos, de manera que nuestra experiencia limeña no ha tenido espacio suficiente para ser mostrada, con mucho dolor de mi corazón, por cierto, ya que encontramos una ciudad luminosa y viva, llena de lugares increíbles.

Antes de abandonar Lima, tuvimos una última sorpresa; razón para que dejásemos allí una buena parte de nuestro ya maltrecho corazón viajero. Mi amigo Brian y su mujer Wendy nos llevaron a descubrir la alta gastronomía peruana... donde brilla con luz propia la cocina nikkei, un híbrido de cocina japonesa elaborada con productos y/o recetas peruanas. En dos palabras ¡im-presionante!

            No pudo haber mejor final de rodaje.  Así que dejamos Lima y Perú con un sabor de boca (textual y metafóricamente) insuperable. El pequeño grupo de rodaje, compuesto por Félix Gómez-Urda, como guionista y productor ejecutivo, Fernando Fernández, director de fotografía y sonido, y servidor de ustedes, Juan Carlos García-Sampedro, como guionista, director y productor, y sus 16 bultos de equipaje (cámaras, luces, sonido y equipajes de mano) tomamos desolados el avión que nos habría de conducir de nuevo a otra realidad... para continuar el rodaje en lugares distintos.

sábado, 7 de febrero de 2015

Ulises ya no vive aquí (Crónica de un rodaje). Tercera parada, Trujillo


Para el viaje entre Huarmey y Trujillo, otras seis horas de camino por la Carretera Panamericana, volvimos a coger un autobús de Erick el Rojo, confirmando su probada fama de bucanero terrestre. Mientras negociábamos el precio de los billetes, ya que estos están sujetos al estado de ánimo del capitán del bus, un muchacho con garfios en ambas manos lanzó nuestro equipaje al interior del vehículo como quién carga las balas del cañón de popa. Acabado este trabajo y visto que nuestro equipo era más voluminoso de lo esperado, el precio del pasaje subió unos cuantos soles por encima de lo previamente estipulado. ¡Riesgos del contrabando terrestre!
Trujillo, la segunda ciudad de Perú y la que más ha crecido en la última década, resultó ser una espléndida ciudad colonial, magníficamente conservada, confirmando con creces su fama de ciudad turística. Nos alojamos de nuevo en el Hotel Bolívar, quizá por añorar el que conocimos en Lima, y este, aunque era un caserón en pleno centro historio, no resultó tan magnífico y decadente como aquel pero sí igualmente confortable.
En esta ciudad veníamos a visitar a Verónica García, una vieja amiga. Psicóloga social y antropóloga, se encontró de repente sin trabajo y emprendió las Américas, como tantos otros españoles a través de los siglos y en los últimos cuatro años. La gestión de la crisis es lo que tiene, que lanza fuera a los jóvenes talentos y deja dentro a los grandes defraudadores.
Vero trabaja en una ONG inglesa que se encarga de apoyar en los estudios a niños de un barrio degradado de la periferia. Un trabajo estimulante, como estimulante es también el engranaje en la ciudad y en algunos colectivos que ha conseguido, lo que no impide sin embargo el sabor agridulce de sentirse una emigrante forzosa. Cómo ella dice siempre "no se fue de España, la echaron".
A través de ella conocimos de cerca una organización internacional de emigrantes españoles "forzosos", Marea Granate, un colectivo muy activo y reivindicativo que, organizados gracias a Internet, tienen presencia en medio mundo, literalmente. Herederos del 15M, participan desde la lejanía en todas las protestas, escraches y demandas contra el Gobierno español que se organizan, tanto como promotores, como colaboradores.
Trujillo, además de una bella ciudad colonial, con su casco histórico y su famosa plaza de armas, es un destino arqueológico de primer orden (todo Perú es pura arqueología). Muy cerca de la ciudad se encuentra la ciudad preincaica de Chanchan o las Huacas del Sol y de la Luna. Nosotros visitamos estas últimas, excavaciones muy recientes (comenzaron en los años 90 del pasado siglo) de lo que fue la primitiva capital de la Cultura Mochica; una excavación arqueológica interrumpida por falta de inversión y que consta de una impresionante sucesión de monumentos, algunos cerrados, y de un estupendo museo. Una visita ineludible si uno quiere entender un poco las culturas que, una sobre otra, constituyeron la base del pueblo peruano hasta que llegó la colonización a "civilizarlos".
Divididos entre las visitas arqueológicas y las turísticas por el casco viejo, o por sus playas del Balneario de Huanchaco, seguimos además a Vero por otros lugares interesantes de la ciudad, que oscilan desde el underground Salón Dadá hasta la Casa de la Emancipación, el centro cultural que el BBVA gestiona en un increíble palacio colonial, con escala en la exposición Trujillo Ciudad Fantasía, un planteamiento multidisciplinar y combativo que da idea del grado de dinamismo que está alcanzando la ciudad.
Si quisiéramos calificar de alguna manera esta ciudad, muy diferente a la caótica y deslumbrante Lima, o a la entrañable y tranquila Huarmey, sería de peculiar y bulliciosa. Peculiar porque conserva la esencia de una ciudad que fue colonia junto con la identidad milenaria del Perú, y bulliciosa porque saliendo del casco antiguo uno se encuentra con ese tráfico densamente característico y esa costumbre ruidosa de tocar nerviosamente el claxon sin tener necesidad.  Una vez, más dejamos la ciudad con un hasta luego y la promesa de un estreno local no tardando mucho…



martes, 27 de enero de 2015

Ulises ya no vive aquí (Crónica de un rodaje). Segunda parada, Huarmey


Lima-Huarmey son 7 horas de carretera flanqueando el Océano Pacífico por la mítica Carretera Panamericana, un viaje por el ondulado desierto del norte de Perú, albero y rojizo, salpicado por vergeles ocasionales allí donde un río desciende desde la sierra hasta morir en el océano.
Nuestro destino está en uno de estos oasis fortuitos que se escalonan cada varias decenas de kilómetros, en esta ocasión fruto de dos ríos: el Huarmey y el Culebras. Huarmey es una pequeña ciudad, capital de la provincia con la que comparte casi treinta mil habitantes en el departamento de Ancash. Un lugar que, tras dejar la trepidante Lima, se antoja placentero, calmo, sin ese tráfico asfixiante lleno de taxis y de busetas, pero que enseguida demuestra su propio pulso bullicioso y vitalista. 


Aquí el medio de transporte preferido es el moto-taxi; tres de cada cuatro elementos que se mueven por la ciudad, incluidos los peatones, son  mototaxis, un peculiar híbrido entre moto y furgoneta habilitada como colectivo que puede llegar a trasportar a 5 personas con sus bultos, no muy cómodamente pero si de forma barata y eficaz. Seguramente no hay estadísticas al respecto, pero estoy convencido de que en Huarmey cada familia tiene una moto-taxi, con la que seguramente pasea a la familia de al lado, y que cada huarmeyano propietario de una moto-taxi toca la bocina una media de 30 veces por minuto mientras conduce.


En el barrio periférico de Santo Domingo, un lugar que se extiende ya por el puro desierto y asciende por las postrimerías de lo que pronto se convertirá en sierra, encontramos a nuestro primer protagonista: Heber Ocaña. En las entrevistas previas, en Madrid, cuando él era un emigrante en nuestro país en 2007, nos había llamado poderosamente la atención por ser una persona implicada en la cultura, especialmente con la literatura, siendo él mismo autor de varios libros. Con su matutino trabajo de jardinero y vespertino de acarreador de carritos en IKEA, mantenía desde España a su familia, pero también una biblioteca comunal y una radio cultural. Esta dualidad, trabajador manual e intelectual a tiempo compartido, nos atrajo profundamente y queríamos saber más de él y qué tal le iba en la vuelta a su país.


Encontramos que Heber mantenía con mucha vitalidad el proyecto altruista de biblioteca comunitaria y también la radio, que atiende junto a su hijo Gandhi. Pero es que, además, ha desarrollado un invento propio para fomentar la lectura: una biblio-moto, una pequeña biblioteca ambulante a bordo de una moto-taxi con la que recorre los barrios más desfavorecidos llevando libros y cuentos a los niños y haciendo lecturas públicas. Una especie de País de las Maravillas sobre tres ruedas que lleva el mundo de la lectura allí donde nadie antes había llevado un libro. Fuimos testigos de excepción, en una de estas correrías saltarinas por las calles sin asfaltar de los barrios marginales, de cómo los niños, atendiendo a la llamada de la megafonía de la moto, salían corriendo de sus casas y perseguían encantados a la bibliomoto, como si del mismísimo camión de los helados se tratase.


Resultó fantástico ver el trabajo de Heber y su familia, todos ellos entregados a la actividad de llevar la lectura a los niños, y cómo los niños y sus padres acogían esta iniciativa. Un empuje que, recordemos, es obra de un particular y fruto de su esfuerzo y el de su familia. Esta sola escena de los niños leyendo en torno a la bibliomoto en mitad de un árido descampado da sentido a todo el viaje.

  

Huarmey, aunque separada de la costa por la carretera, tiene un puerto y una playa, centros ambos de desarrollo de la ciudad. Pudimos visitarlos con Heber como guía y observarla, aunque aún no era tiempo para la hermosa y basta playa, y también añorar los tiempos en que nuestra costa, la española, era así, casi virgen para el disfrute de quien huye de cemento y desarrollismo. Esperemos que se conserve tal como ahora es: cuatro o cinco chiringuitos de caña, alguna casa que alquila habitaciones y un restaurante con una docena de apartamentos en una enorme playa que se abre al Pacífico.


Nuestro trabajo en Huarmey consistió en acompañar a Heber, charlar con él, conocer a su familia y amigos. Y eso hicimos y grabamos. Descubrimos que, además de todas estas ocupaciones, ahora trabaja en comunicación para la Municipalidad, que añora mucho Madrid y que, pese a lo esforzado de su "aventura" española, su hijo mayor Gandhi, está dispuesto a repetirla para estudiar sonido en Madrid. Un sueño para el que, sin duda, ya está trabajando.
            



Debo reconocer que nos costó un poco abandonar la ciudad, que además estaba celebrando sus fiestas mayores, y que lo pudimos hacer sólo bajo la promesa del regreso. El estreno de Ulises ya no vive aquí puede ser una buena excusa.

sábado, 17 de enero de 2015

Ulises ya no vive aquí (Crónica de un rodaje). Primera parada, Lima




Nuestros primeros protagonistas son Verónica y Heber, ambos en Perú, así que nuestro destino inicial es el país andino.
Cuando uno se enfrenta a una cultura nueva, su capacidad de asombro no tiene límites, enfrentándose a la realidad que se le presenta con la curiosidad insaciable y la minuciosidad de un entomólogo convulso. La inmersión cultural peruana fue a través de su capital, Lima, pero la primera impresión no resultó demasiado afortunada.
La enorme ciudad se desborda sobre un acantilado en una maraña de calles anegadas de un tráfico ruidoso y  eternamente atascado, bajo un cielo plomizo, de panza de burro, como le dicen allí. Y es que, según parece, esas son las dos principales señas de identidad de la ciudad: el tráfico salvaje y desorganizado, rápido de claxon y muy hábil con los regates de carril; y un cielo que se mantiene encapotado durante el otoño y el invierno, que no da tregua hasta el verano cuando, al parecer, la ciudad se alborota y renace con la luz recobrada. Alguien debió engañar a Pizarro cuando fundó aquí la ciudad, o es que quizá solo estuvo en verano.
El primer día lo pasamos a bordo de la minivan que nos proporcionó el service de producción, comandado por la diligente Lisette, y que nos trasportó a través de aquella jungla endiablada, de un extremo a otro de la capital, buscando las localizaciones y los contactos que utilizaríamos a nuestra vuelta. La arquitectura urbana que divisábamos desde las ventanas de la furgoneta, o en las ocasionales paradas, era bastante disparatada: edificios sin acabar de una planta al lado de otros de cuatro alturas cubiertos de cristaleras y ornamentos fastuosos, construcciones delirantes alineadas sin sentido, un desastre que parecía venir de antiguo.
Desde luego vimos algunos lugares emblemáticos, como el Museo de Arte Contemporáneo, pero siempre estaban invadidos por el tráfico frenético y las populares y anárquicas combis, esas pequeñas furgonetas que ejercen de microbuses saturados y que paran por sorpresa en cualquier lugar que el usuario demande.
La hora del almuerzo nos congratula en parte con la ciudad. Paramos a comer en uno de los 1200 mercados con los que cuenta Lima y la sola visión  de la desbordante y multicolor abundancia de frutas y verduras, la mayoría desconocidas para nosotros, nos redime de todo mal. Los mercados aquí son una auténtica seña de identidad y una muestra de la variedad de la realidad y geografía peruana, abigarrados, pletóricos, vivos y variados. En un puesto de pescado nos sirven un ceviche capaz de perdonar cualquier pecado, pasado, presente o futuro que tenga esta ciudad.
Pero lo que realmente nos reconcilió y nos arrojó a los pies de Lima llegó al final de la jornada, cuando volvimos al hotel tras el agitado día de trabajo. Nos hospedábamos en pleno casco histórico, en la espléndida Plaza de San Martín, en el decadente y elegante Hotel Gran Bolívar, cuyo bar tiene la reputación de ofrecer el mejor pisco sour de la ciudad. ¡Y a fe mía que así es! Este cóctel, que para el neófito diré que es uno de los mejores del mundo, está realizado con el licor nacional, pisco, más clara de huevo, ralladura de limón y jarabe de goma y es una verdadera delicia pero para nada inocente, a medio camino entre un postre y una bebida alcohólica.
Además del encuentro con nuestro centenario hotel y su cóctel estrella la conciliación definitiva con la ciudad llegó con un paseo a pie (¡a pie por fin! después de 14 horas de furgoneta) por Jirón de la Unión, la populosa calle que une la Plaza de San Martín con la Plaza de Armas y resulta el eje principal, casi fundacional, de la ciudad histórica. Pese a la recomendación expresa de Lisette, siempre tan protectora, de que no paseásemos por la noche por el "peligroso" centro de Lima, la caminata nos ofreció la posibilidad de descubrir una ciudad populosa pero amable, diversa e interesante, estéticamente hermosa y peculiar, con su mezcla de  arquitectura colonial y la edificación opulenta y monumental de principios del siglo XX. Y, desde nuestra perspectiva y al menos en esa zona transitada, nada conflictiva.
Al día siguiente teníamos que viajar, con todo nuestro equipo de cámara, hasta la ciudad costera de Huarmey, a seis horas en autocar de Lima (en Perú, como en otros muchos lugares, las distancias se miden en horas, lo que resulta mucho más fiable que contar los kilómetros de distancia). Decidimos el viaje en bus por dos motivos fundamentales: el primero, por seguir con nuestra inmersión cultural (e indicación reiterada de que en Perú los autocares de línea son muy buenos), y el segundo, porque en el destino nos esperaba Heber, con otro coche de producción y toda la problemática de la intendencia resuelta.
Resultó muy complicado encontrar un bus que nos dejase en nuestro destino. Al parecer  no todos los buses que viajan al norte tienen paradas en Huarmey (o eso nos dijeron) además de que cada compañía tiene su propia estación, lo que dificulta mucho la información. Así que al final fuimos con una empresa que nos habían recomendado: Erick el Rojo. Dos cosas no resultaron ciertas y el viaje no fue tan seguro, tranquilo y cómodo como parecía.
Así que, a media mañana, este equipo de rodaje y sus quince bultos fueron saliendo de la interminable Lima con la ilusión de redescubrir plenamente a la vuelta una ciudad que ahora ya veíamos con otros ojos.